sábado, 17 de enero de 2015

EL TAMBORILERO MÁGICO

Nuestro maestro nos ha mostrado una lectura del escritor Gianni Rodari. 


Y tenemos que hacer una original actividad con este cuento: tenemos que inventarnos un final. He aquí la lectura:

El tamborilero mágico

Érase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era pobre, sólo tenía el tambor, pero a pesar de ello estaba contento porque volvía a  casa después de tantos años. Se le oía tocar desde lejos: barabán, barabán, barabán…


Andando y andando encontró  a una viejecita.
- Buen soldadito, ¿me das una moneda?
- Abuelita, si tuviese, te daría dos. Incluso una docena. Pero no tengo.
- ¿Estás seguro?
- He rebuscado en los bolsillos durante toda la mañana y no he encontrado nada.
- Mira otra vez, mira bien.
- ¿En los bolsillos? Miraré para darte el gusto. Pero estoy seguro de que… ¡Vaya! ¿Qué es esto?
- Una moneda. ¿Has visto cómo tenías?
- Te juro que no lo sabía. ¡Qué maravilla! Toma, te la doy de buena gana porque debes necesitarla más que yo.
- Gracias, soldadito –dijo la viejecita-, y yo te daré algo a cambio.
- ¿En serio? Pero no quiero nada
- Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será este: siempre que tu tambor redoble todos tendrán que bailar.
- Gracias, abuelita. Es un encantamiento verdaderamente maravilloso.
- Espera, no he terminado: todos bailarán y no podrán pararse si tú no dejas de tocar.
 
- ¡Magnífico! Aún no sé lo que haré con este encantamiento pero me parece que me será útil.
- Te será utilísimo.
- Adiós, soldadito.
- Adiós, abuelita.
Y el soldadito reemprendió el camino para regresar a casa. Andando y andando… De repente salieron tres bandidos del bosque.


- ¡La bolsa o la vida!
- ¡Por amor de Dios! ¡Adelante! Tomen la bolsa. ¡Pero les advierto que está vacía!
- ¡Manos arriba o eres hombre muerto!
- Obedezco, obedezco, señores bandidos.
- ¿Dónde tienes el dinero?
- Lo que es por mí, lo tendría hasta en el sombrero.
Los bandidos miran en el sombrero: no hay nada.
- Por mí lo tendría hasta en la oreja.
Miran en la oreja, nada de nada.
- Os digo que lo tendría incluso en la punta de la nariz, si tuviera.
Los bandidos miran, buscan, hurgan. Naturalmente no encuentran ni siquiera una moneda.
- Eres un desarrapado –dice el jefe de los bandidos-. Paciencia. Nos llevaremos el tambor para tocar un poco.
- Tomadlo –suspira el soldadito-, siento separarme de él porque me ha hecho compañía durante muchos años. Pero si realmente lo queréis…
- Lo queremos.
- ¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os enseño cómo se hace ¿eh?
- Pues claro, toca un poco.
- Eso, eso –dijo el tamborilero-, yo toco y vosotros (barabán, barabán, barabán) ¡y vosotros bailáis!
  Y había que verlos bailar a esos tres tipejos. Parecían tres osos de feria.
 Al principio se divertían, reían y bromeaban. 
- ¡Animo, tamborilero! ¡Dale al Vals!
- ¡Ahora la polka, tamborilero!
- ¡Adelante con la mazurca! 
Al cabo de un rato empiezan a resoplar. Intentan pararse y no lo consiguen. Están cansados, sofocados, les da vueltas la cabeza, pero el encantamiento del tambor les obliga a bailar, bailar, bailar…
- ¡Socorro!
- ¡Bailad!
- ¡Piedad!
- ¡Misericordia!
- ¡Bailad, bailad!
- ¡Basta, basta!

- ¿Puedo quedarme el tambor?
- Quédatelo… No queremos saber nada de brujerías…
- ¿Me dejaréis en paz?
- Todo lo que quieras, basta con que dejes de tocar. 
Pero el tamborilero, prudentemente, solo paró cuando los vio derrumbarse en el suelo sin fuerzas y sin aliento. 
- ¡Eso es, así no podréis perseguirme!
Y él, a escape. De vez en cuando, por precaución, daba algún golpecillo al tambor. Y enseguida, las ardillas sobre las ramas, las lechuzas en los nidos, obligadas a despertarse en pleno día… 
Y siempre adelante, el buen tamborilero caminaba y corría, para llegar a su casa.


MI FINAL

El tamborilero, caminando caminando, fue a parar a un pequeño pueblo llamado Quesada, el cual se encontraba a varios kilómetros del suyo. Como ya estaba oscureciendo, decidió pasar la noche allí, en un céntrico motel llamado "Sierra de Cazorla".
Al pasar por una callejuela, el joven escuchó una animada música, y se acercó haber de donde provenía. Cuando llegó, vio una gran algarabía que se cerraba en círculo alrededor de dos personas que aún no alcanzaba a ver.
Con mucha curiosidad se abrió paso entre la gente, y por fin pudo observar porqué todas las personas bailaban con tanta alegría. Allí, en el centro, un apuesto guitarrista tocaba su guitarra con gran pasión, y una preciosa joven vestida de gitana bailaba a su alrededor agitando continuamente la larga cola de su bonito traje.


El joven tamborilero sintió un fuerte pinchazo en el pecho. Se había quedado completamente prendado de aquella guapísima gitana de ojos verdes, piel morena, y una larga cabellera oscura que le llegaba hasta la cintura. De repente, la chica le lanzó una mirada que le dejó petrificado, y el tamborilero dibujó en su cara una gran sonrisa de satisfacción.
Al acabar la actuación, todos los quesadeños y quesadeñas que allí había dieron un fortísimo aplauso a la magnífica pareja. El guitarrista y la gitana saludaron al público y se alejaron de la multitud charlando alegremente entre ellos. El tamborilero seguía plantado en el mismo sitio, con la mirada fija en la muchacha, pero con el corazón partido, porque ya había sido conquistada por aquel guitarrista, y consideraba que nunca podría superar a aquel hombre, pues ese varón era mucho más guapo que él.


El tamborilero llegó con gran tristeza y amargura al motel. El albergue era bastante grande y tenía numerosas habitaciones, a él le habían asignado la número veintiuno. Ya en la estancia, cuando estaba colocando su tambor, volvió a escuchar la misma música que había escuchado en aquella callejuela, esta vez proveniente de la habitación de al lado.
El tamborilero, tembloroso, se atrevió a visitar el aposento de la pareja, aunque fuera para ver una última vez a su amada.

  - ¡Toc toc toc! -Golpeó suavemente la puerta el tamborilero-.
  EL GUITARRISTA - (Abre la puerta). ¡Ah, hola! Tú eres el que estaba allí tan atento mirando nuestra actuación. ¿Eh?-
  EL TAMBORILERO - (Con expresión de pánico). Ejem... S..sí, so.. soy yo.-
  EL GUITARRISTA - (Empujando el tamborilero hacia el interior de la habitación). Pasa hombre, no te quedes ahí pasmado con el frío que hace.-
  El TAMBORILERO - (Con cierto recelo). P...pe...pero si yo... solo...
  EL GUITARRISTA - (Con expresión de orgullo). Esta es mi hermana, Yasmina. ¡La mejor bailarina del mundo! ¡Ah!, y por cierto, yo me llamo César.


En ese momento, al joven tamborilero le entra un gran regocijo por dentro. ¡Así que era su hermano! Eso era lo último que esperaba. Y encima, ¡iba a conocer a su enamorada en persona!
Con la cabeza en las nubes y una sonrisa de tonto en la cara, el joven no se había dado cuenta de que la propia Yasmina le estaba hablando.

  LA GITANA - (Con una preciosa sonrisa). Encantada de conocerte, pero... ¿Cómo debemos llamarte?
  EL TAMBORILERO - (Sobresaltado). Mmmm.... ¿Eh? ¿Qué? Ejem... Perdone señorita, ejem... Yasmina. Yo... me podéis llamar el Pequeño Tamborilero.
  LA GITANA - (Soltando una risa). Yasmina, soy Yasmina. En verdad nosotros no somos quesadeños, nos dirijimos a Peal de Becerro, y nos dedicamos a lo que has visto antes.
  EL TAMBORILERO -  ¡Vaya! Pues yo también me dirijo a Peal de Becerro. Hace unos días que llegué de la guerra, y sólo tengo un pequeño tambor con el que voy siempre.
  EL GUITARRISTA - ¡Pobrecito! ¿Y se te da bien tocar el tambor?-
  EL TAMBORILERO - ¡Pues claro! Mi padre me lo regaló a los cuatro años...
  LA GITANA - Se me ocurre una idea....
En ese momento Yasmina propone que pueden formar un grupo entre los tres. César comienza a tocar animadamente la guitarra, y el tamborilero le sigue. La bella gitana comienza a moverse por toda la habitación al ritmo de la música...
El tamborilero toma confianza y no se da cuenta de que el encantamiento también hace efecto en Yasmina.... La chica empieza a resoplar con gotas de sudor. César deja de tocar la guitarra, pero el joven tamborilero se deja llevar y no cede a dejar de tocar el tambor. La joven comienza a quejarse asustada de no poder dejar de bailar, entonces el tamborilero reacciona y deja el tambor. En ese momento, el chico cree oportuno contarle a sus nuevos amigos el encantamiento del tambor....



  EL GUITARRISTA -  ¡¿Sabéis lo que significa eso?! ¡Podrías vender tu tambor y sacar una pasta por él! ¡Serías millonario! ¡También podrías compartir el dinero con nosotros...!
 EL TAMBORILERO - En realidad... esa no era exactamente mi intención....yo... nunca sería capaz de separarme de mi tambor....
 LA GITANA - Chicos, mejor hablamos mañana, que tenemos que madrugar. ¡Buenas noches tamborilero!

El tamborilero no da crédito a lo que acaba de pasar. "Todo fue tan rápido..." piensa. Esa noche el joven no puede dormir, pues no sabe si Yasmina y César querrán partir con él la mañana siguiente hacia Peal de Becerro.
Al día siguiente, cuando aún no han salido del motel y están desayunando, César sigue en su empeño, y Yasmina no dice nada. Por eso, el tamborilero piensa que sería imposible seguir con ellos, y formar un grupo, pues César estaba plenamente convencido de que tenía que vender el tambor, y eso sería lo último que hiciera el tamborilero.



Finalmente, el joven tamborilero decide que tienen que separarse, aunque al mismo tiempo se le rompe el corazón al pensar que nunca más volverá a ver a Yasmina. Cuando le comunica la decisión y el por qué a César, éste se enfada . Los tres recogen sus cosas del motel, y salen al exterior. Afuera, un voluminoso carro está esperando a César y su hermana, en cambio, el tamborilero tendrá que seguir su viaje andando.


Yasmina y César suben al carro. El guitarrista todavía tiene cara de enfurruñado. En realidad, Yasmina también está perdidamente enamorada del tamborilero, y no puede contener las lágrimas. Al mismo tiempo, el tamborilero, desde abajo, mira a su amada, a punto de derrumbarse.
Cuando los caballos del carro comienzan a caminar a paso ligero, Yasmina siente que se va a morir, pues no puede imaginarse sin el tamborilero, aunque sólo haya pasado una noche y medio día con él.
En ese mismo momento, el tamborilero ya no aguanta más, y echa a correr como un descosido detrás del carro, Yasmina lo ve, y cuando el joven ya está cerca del vehículo, la muchacha se tira a sus brazos, fundiendose los dos en un gran abrazo.

 

EL GUITARRISTA - (Al cochero) ¡Pare inmediatamente!
LA GITANA - (Susurrando al tamborilero) No podría vivir sin ti...
EL TAMBORILERO - Desde el primer momento en que te vi supe que te quería...
César se baja del carro con una sonrisa forzada.
EL GUITARRISTA - No se por qué, pero suponía que pasaría esto...

Los tres se suben de nuevo al carro, y durante todo el viaje van charlando alegremente. Yasmina y el tamborileero no se sueltan de las manos en ningún momento del trayecto, y se miran cariñosamente. Al llegar a Peal de Becerro, los tres se alojan en el piso de los dos hermanos. Desde ese momento el tamborilero no se separa nunca más de su novia y su mejor amigo.... Van tocando su música por todos los lugares del mundo, y el dinero que recaudan siempre se lo dan a los más pobres. El tamborilero siempre usó el tambor para fines humanitarios.....

Y la gitana y el pequeño tamborilero unieron su música y sus vidas para siempre....

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