¡Ah! Y aprenderás muchas palabras nuevas.
2. Después en el diccionario. Si la actividad se hace
en clase, os podéis repartir la búsqueda (a cada grupo se le asigna
un número determinado de letras para buscar palabras que comiencen
por ellas).
3. A continuación, reuniréis todas las palabras encontradas que serán vuestro material para hacer un auténtico poema esdrújulo.
Y ahí el poema que yo he elaborado. Las palabras las saqué de una buena página de Internet: 100 Ejemplos de palabras esdrújulas - Taringa!
Cuando suena el teléfono...
Cuando
suena el teléfono
corro
rápida e histérica,
como
un pájaro,
como
un ejército,
¡como
un parásito!
Y
le grito al hipócrito
de
mi primo Álvaro:
¡DÁMELO
AHORA MISMO
PATÉTICO
Y
RIDÍCULO ZÁNGANO!
Y
él, tan humorístico
y
cómico, tan atlético
y
catastrófico,
clásico
de un niño plástico,
va
y me dice,
afónico
y sarcástico,
que
soy una víbora
que
nunca fue romántica,
una
química y matemática
empollona,
gramática y
escéptica
abusona,
con
el esófago ortopédico,
ojalá
que me aplastara con
un
libro enciclopédico.
Y
yo me dirigo a él
con
cómplice y utópico rostro:
A
no ser que quieras
dar
tu último suspiro
en
una pirámide de América,
aparta
tu escuálido y pálido
tentáculo
del audífono,
monótono
murciélago asqueroso.
Ya
te advierto, cáscara de
vándalo
xenófobo, tira
y
reza el oráculo entero
en
los árboles,
ve,
estudia informática,
y
haz una máquina
hispánica
y fantástica
que
te haga drástico dermatólogo
y
apócope geólogo.
Pero
dame el teléfono
si
quieres un día pacífico y sereno.
Y
Álvaro interviene de nuevo
como
un relámpago,
con
su ridículo número
de
lágrima, para búsqueda
de
la antención del cónyuge.
Lógico:
siempre con su académica y
estadística
película.
Esta
vez su momento sale equívoco,
pues
la célula de mi maldad resurge,
y
me uno al unísono, pensando que tal
vez
este sería el penúltimo, haciendo
un
paréntesis en mi dignidad.
Y
me pongo la económica
carátula
de fábula cetácea
que
compré el sábado
junto
al hipódromo,
poco
antes había estado
en
la fábrica.
Y
me giro hacia el niño
con
risa de vértigo,
relamiéndome
al ver el terror
en
sus ojos al mirarme,
y
su grito retumbándome
hasta
en el omóplato,
la
sílaba le salía sola
ahora
del rectángulo
que
tenía por boca.
Y
sale como un
satélite
semántico,
que
parecía un crustáceo
terrorífico
y asustado,
y
yo riéndome a
carcajada
limpia.
Por
pocas y no
se
le sale el páncreas
o
la próstata, mi plan
malévolo
y diabólico
dio
al fin un islámico
y
jurásico resultado
antagónico.
Aunque
por el vértice
de
un círculo no acabo
en
las cárceles
de
Bélgica o Córdoba,
di
gracias a mi ilícita
maldad
renacentista,
y
cogí el teléfono con una célebre
y
fanática sonrisa que parecía
de
cerámica pura y lisa.
Décimas
y décadas
podrían
pasar, siendo yo
podóloga
ecológica,
geógrafa
matemática,
aérea
e ídola de Málaga,
estando
en Sudáfrica o México,
teniendo
yo un código agrícola y soviético,
en
Nápoles o en Mónaco,
en
Líbano o en Ródano.
El
número de lágrimas
del
intérprete no bajaría
del
cielo. El acérrimo
e
insípido de Álvaro, aún
con
el éxtasis en el hígado
y
el oxígeno acabado,
jamás
osó acercarse
al
fatídico teléfono,
ya
gobernado por alguien
a
quien no gustaban los murciélagos.
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