Por eso yo estoy recopilando documentos sobre este tema, y he encontrado un cuento muy bonito....
La pandilla aventurera
Érase
una vez en Andalucía, unos amigos se fueron de excursión a la
montaña y acamparon allí una noche. Por la mañana, se fueron a ver
una conocida cueva, pero ellos no sabían que era peligrosa.
Entraron en la cueva, pero vieron una luz al final y se preguntaron
qué era.
Por curiosidad los chicos fueron a verlo y cuando llegaron
al final sólo advirtieron un resplandor, pero vieron que la cueva seguía y
anduvieron mucho hasta llegar al fondo, donde había un lago con
muchas maravillas. Todos se quedaron muy sorprendidos de aquello,
pero lo que no les gustaba era que el suelo estaba mojado y
resbaladizo.
- Voy a asomarme a ver lo que hay -dijo Juan.
- ¡Cuidado que te puedes caer al lago! -añadió Ana.
Cuando la escuchó, Juan dijo: - ¡Yo soy valiente, no como tú!
-¡A mí déjame! -replicó Ana.
Juan cayó al lago y gritaba ¡socorro, socorro, socorro...! Los otros amigos no se atrevieron a pasar por aquellas rocas mojadas por donde había pasado Juan, sólo Ana fue capaz de meterse por allí.
Ana se ató una cuerda a la cintura y fue a donde se había caído Juan, se tiró al agua, pero Juan no estaba en la superficie, así pues Ana buceó hasta que lo encontró, salieron del agua y fueron de nuevo por las rocas mojadas, resbaló Ana, pero Juan la agarró. Luego salieron donde estaban los demás amigos.
-Ana, muchas gracias por salvarme - dijo Juan.
-De nada, Juan - respondió Ana.
-Yo también debo darte las gracias por agarrarme - respondió Ana.
Y dijo Pedro:
-Yo también lo podría haber hecho.
-Sí, pero no lo hiciste- dijo Ana.
-¡Los niños somos más valientes que las niñas! - añadió Pedro.
-Pues no lo has demostrado - replicó Ana.
-Bueno, dejáme - contestó Pedro.
-Será mejor que nos vayamos - propuso Juan.
-Sí, vámonos - repitió Ana.
Empezaron a discutir Juan y Ana de nuevo.
-Todo esto no hubiera pasado si tú no hubieras elegido este camino - dio Pedro.
- Teníamos que haber ido por el que yo dije.
- Bueno, me voy a dormir - dijo Juan.
- Pues adiós - contestaron todos.
A la mañana siguiente, continuaron andando hasta llegar a un pueblo, allí consiguieron informarse dónde estaban y cómo se podía llegar hasta su ciudad.
- ¿Quién tiene un coche que pueda llevarnos a nuestra ciudad?
El señor se quedó pensativo, y contestó:
- Bajar esta calle hasta llegar a la plaza, allí hay una casa blanca con balcones, llamad allí y preguntad al señor Luis, él podrá llevaros.
-Está bien, vámonos chicos - dijo Pedro.
- Muchas gracias por la información - añadió Ana.
Los chicos hicieron lo que el señor había dicho y así conocieron al señor Luis.
- Hola, buenos días! ¿es usted el señor Luis? - pregunto Pedro.
- Sí, soy yo. ¿Qué deseáis? - preguntó el señor Luis.
- Nos han informado que usted nos podría llevar a nuestra ciudad, salimos de excursión y nos perdimos, estamos lejos de casa - explicó Ana
- Sí, os puedo llevar, pero tendréis que esperar hasta mañana, esta tarde es imposible.
Los chicos se miraron y le preguntaron:
- Tendremos que escoger un jefe - dijo Juan.
- Que sea Pedro - contestaron los chicos.
-No estoy conforme ¿por qué siempre tenéis que ser vosotros? Nosotras también tenemos derechos y podemos serlo - dijo Ana.
Al final Ana quedó como jefa y le dijo Luis: -Está bien, nos quedaremos.
- Os podéis quedar en mi casa - añadió el señor Luis.
-Vamos a dormir - dijo Juan.
A la mañana siguiente, el señor Luis les llevó a su pueblo y allí se encontraron con su familia. En agradecimiento a tal gesto, le invitaron a comer dándole las gracias, y así terminó su aventura. Para ellos fue una excursión inolvidable.
¿Qué os ha parecido la historia? A mí me ha gustado mucho, porque finalmente Ana consiguió demostrar que los niños no son mejores que las niñas, sino que somos todos y todas iguales.
¡Luchemos por la igualdad de género!
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