miércoles, 11 de marzo de 2015

"HOY HAY HACHES"... Texto creativo con muchas haches

HANNA Y YO

Hanna y yo nos lo pasábamos genial hincando zanahorias entre la hierba aquellos hermosos días de sol. También nos gustaba coger habas, porque el padre de Hanna, Herminio, un hombre habilidoso y honesto que siempre llevaba su hacha encima, se le daba de maravilla subir por la gruesa hiedra del deshabitado hotel para hallar siempre toda una plantación de habas en una de las mohosas habitaciones donde años atrás decenas de personas atendían con hospitalidad a los malhumorados huéspedes y habitantes del humilde pueblo.


También había higueras, y la pequeña Hanna se lanzaba histérica hacia los hinchados higos como si fueran helados.
Tras esas pequeñas pero grandes excursiones para nosotras, hacíamos una humilde merendola, mientras las húmedas hojas caían sobre los helechos.
Comíamos huevos hervidos, horchata, y habichuelas, y, de postre, humeantes bollos recién horneados con harina, mientras las hormigas devoraban hambrientas las migajas del suelo.


Al acabar, nos tumbábamos en la tierra y mirábamos las nubes con forma de hipopótamo. Era entonces cuando nos acordábamos de Ainhoa, la humorista que heredó de su difunto hermano una gran fortuna, y se fugó a Huelma.
La intensa humareda del habano de Herminio nos nublaba la vista, y, sin que él se diera cuenta, nos alejábamos hacia el bosque, donde espiábamos la herrería de Héctor, el pequeño hidalgo por el que suspirábamos entonces.
Allí estabamos rodeadas y cubridas por los enormes matorrales de hierbabuena y hierbaluisa, mientras masticábamos con ansia los milhojas que minutos antes habíamos escondido entre nuestros harapos.


Estabámos coladitas por los huesos del chaval, aunque era un poco malhablado. Él hablaba de nosotras muy mal, siempre nos decía que éramos horrorosas, y, siempre que nos descubría cerca de él, alzaba su hoz hábilmente hasta nuestra cara.
Aunque ese feo gesto le costó caro, porque en uno de esos hachazos se hizo un gran corte en el hombro con el afilado hierro de su hoz, y quedó gravemente herido. Suerte que el herrero estaba allí y llamó al hospital más cercano. Antes de que se desangrara llegó volando un gran helicóptero y quedó hospitalizado.


Desde ese momento no volvimos a acercarnos a Héctor....
Años después, la vida de Hanna empeoró. Sus problemas con hacienda y con la hipoteca les dejaron casi pobres. Herminio siguió fumando habanos, bebiendo alcohol desenfrenadamente y hurtando a los humildes habitantes del pueblo de Huesa.
Tiempo después mi amiga halló a su padre ahorcado en una higuera, en el mohoso hotel deshabitado. Posteriormente, Helena, la hermana de Herminio, vino y se llevó a Hanna a Huelva, a muchos hectómetros lejos de mí. Hice un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarme, pues el hueco que dejó Hanna en mi corazón no lo ocuparía ni la humanidad entera. También sentí pena por mi mejor amiga, pues se había convertido en una huérfana tanto de padre como de madre. No la volví a ver más.


Tres años después me enteré de que mi prácticamente hermana había muerto de una fortísima hepatitis C.
Ahora han pasado quince años. Tengo una hija llamada Hanna y puedo sobrevivir gracias al hogar de mi hermana Hilda.
Pero, hoy por hoy, la huella de Hanna huele a hierbaluisa e higos y jamás huirá de mí como los aros de humo del habano de Herminio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario