XXV
LA
PRIMAVERA
¡Ay,
qué relumbres y olores!
¡Ay,
cómo ríen los prados!
¡Ay,
qué alboradas se oyen!
ROMANCE
POPULAR.
En
mi duermevela matinal, me malhumora una endiablada chillería de
chiquillos. Por fin, sin poder dormir más, me echo, desesperado, de
la cama. Entonces, al mirar el campo por la ventana abierta, me doy
cuenta de que los que alborotan son los pájaros.
Salgo
al huerto y canto gracias al Dios del día azul. ¡Libre concierto de
picos, fresco y sin fin! La golondrina riza, caprichosa, su gorjeo en
el pozo; silba el mirlo sobre la naranja caída; de fuego, la
oropéndola charla, de chaparro en chaparro; el chamariz ríe larga y
menudamente en la cima del eucalipto, y, en el pino grande, los
gorriones discuten desaforadamente.
¡Cómo
está la mañana! El sol pone en la tierra su alegría de plata y de
oro; mariposas de cien colores juegan por todas partes, entre las
flores, por la casa—ya dentro, ya fuera—, en el manantial. Por
doquiera, el campo se abre en estadillos, en crujidos, en un
hervidero de vida sana y nueva.
Parece
que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el
interior de una inmensa y cálida rosa encendida.
Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo".
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