sábado, 16 de noviembre de 2013

Lo que me ha enseñado la lectura de "El valor de la verdad"


Esta lectura me ha enseñado que ser mentiroso no te sirve de nada, no ganas nada con mentir. Al contrario, te perjudica totalmente, porque finalmente en todos o casi todos los casos se descubre la falsedad. Además cuando mientes, tu mirada se convierte en una mirada falsa, y tus ojos evitan mirar a la persona que estás engañando. También tus manos empiezan a sudar, y el ritmo de los latidos de tu corazón aceleran un poco más rápidos.
El mentir te convierte en una persona impura y falsa. Aunque a veces sea malo o doloroso, la verdad se tiene que decir siempre. Es bueno decir la verdad, porque aunque sea mala en algunos casos, te perjudicará muchísimo menos que si mientes.
Por ejemplo, si en un examen has sacado un tres y medio, cuando vayas a tu casa es mejor que se lo digas a tu madre en vez de cambiar la nota con bolígrafo, decirle todas las veces que te pregunte por el examen que se te ha olvidado en clase, o decirle que has sacado un nueve y el maestro ha recogido los exámenes.
Es mejor que le digas la verdad aunque hayas sacado una mala nota y no tener el remordimiento de que le has mentido a tu propia madre. Ella valorará que no le has mentido.
En el caso de Saomín lo hizo muy bien. Fue sincera y no sustituyó su maceta por otra que no tuviera flores. Ella había vivido esos seis meses nada más que para cuidar las semillas. No le habían faltado ningún cuidado, esa era la semilla que le había entregado el príncipe para que la cuidara, por eso no la cambió por otra planta aunque no germinara. Y por ser sincera no salió perjudicada. ¡Al contrario! Y esa es sólo una prueba de que la verdad vale mucho más que la mentira.
Siempre debemos de ser sinceros, no mentirosos.
 

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